A propósito del chaqueteo

    A veces sucede que hay creadores tendientes a la discusión, a la polémica, a asumir su punto de vista (en términos estéticos, políticos, filosóficos, etc.) como una realidad universal, y toda opinión de otros creadores como una realidad subyacente, estéril y en muchos casos indigna de ser considerada creativa.
         Esto ocurre casi siempre en espíritus creadores que han debido dormir en camas de clavos, soportar angustiosas soledades, naufragar en medio de la sarna, recibir tomatazos de sus seres más queridos y todo por el simple hecho de querer desarrollar un camino artístico hacia lo profundo de la existencia. Es entonces comprensible que se hayan aferrado a sus experiencias y adquirido tal rigidez de modo que sea común el verlos galapagueando en torno a la belleza y que su discurso sea en particular soberbio y a la vez victimizado.
         Parece urgente cambiar esta actitud, que claramente va en desmedro de su propio desarrollo y de su capacidad de asombro, por una animosidad más tendiente al diálogo y a la aceptación de que las ideas de otros, siendo o no nutritivas para uno, poseen la misma validez que las propias, y que éstas son susceptibles de modificarse o de ser permutadas.

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