A propósito de los derechos de autor

A propósito de los derechos de autor


Poco se ha dicho de los derechos que brotan del ejercicio intelectual y de su apropiamiento por parte de quienes lo cultivan.      
         No es mi prioridad desarrollar una literatura al respecto ni pasarme el día filosofando en el humo. Pero ineludiblemente observo lo que ocurre en los distintos escenarios donde se produce lo que llamamos “música popular” y surgen preguntas que sin duda comparten el mismo vacío-raíz.
         La mayoría de nosotros vivenciamos un proceso cultural al que percibimos, casi con las vísceras, como un proceso en desequilibrio. Presentimos una desigualdad en las oportunidades que se le presentan a un artista pero no sabemos muy bien cómo explicar su fundamento. De inmediato coincidimos en que, como en todo orden de cosas, hay motivos economicistas detrás pero no entendemos con claridad que fuerzas operan y hacia dónde se dirigen. Reconocernos en mayor o menor grado como marginados nos habla de un eje central al que no queremos o no podemos acercarnos ya sea por desconocimiento o por rebeldía.
         La cosa es que hay que escuchar un poco, en todas partes se exige justicia y la escena musical popular no es la excepción. He visto artistas de una magnitud impresionante ingeniándoselas en la precariedad y he visto también remedos de remedos de remedos gozando de todo el soporte de un aparato cultural palaciego, sea público o privado. Me detengo aquí ya que ahondar en el análisis del asistencialismo cultural, del rol de los medios de comunicación en la homogeneización identitaria, etc., no es por esta vez el objetivo.
         Quiero plantear una vez más que lo que necesitamos es un cambio de enfoque. Actualmente la importancia de los derechos de autor sobrepasa a la importancia de los deberes de autor.
         -¿Qué?
         - Eso. Como en cualquier otro hecho dialéctico, para que haya movimiento deben enfrentarse las dos mitades de un todo. Aquí se respira sólo una: los derechos. Es este fenómeno el que me parece la raíz de la injusticia. Luego, propongo que el primer deber inalienable de un autor, de un creador o de cualquiera preocupado por sus derechos sea cuestionarse cuáles son sus deberes. Es necesario que cada uno defina su compromiso, a su manera, según la textura de su propio imaginario. Así y finalmente un artista, al enfocarse en esto, inaugura una nueva etapa en la destrucción de su museo y en la construcción de su universo.

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