¿HAS MATADO A UN SUPERHÉROE?

¿HAS MATADO A UN SUPERHÉROE?
Aunque la producción industrial de superhéroes es un hecho consumado… A pesar de que las fábricas tanto ayer como hoy se insolentan con nuestros hijos y los recubren de materia feudal… más allá de la parálisis y la necrosis a la que nos hemos ambientado… ¡No nos rendiremos! ¡No permitiremos que la lucecita se nos llene de gusanos! ¡Veremos más allá de las montañas de etiquetas que nos circunvalan! ¡Crearemos nuevas formas villanas de crecer y ser distintos y les enseñaremos a nuestros hijos a crear más y más y más! Después de tanta muerte celebrada bajo las banderas de las financieras, de tanta aventura que nos adiestra en el arte de la sumisión y la miseria… ¡Nuestra imaginación no ha perdido su capacidad de rebelarse ante los modelos socioeconómicos y culturales que se nos acercan amigablemente como tremendos redentores no siendo más que viles y cobardes y moribundos anestesistas!

¿HAS MATADO A UN SUPERHÉROE?
Los rostros ensangrentados se jabonan en otro río. Aquí todo duerme. Nos avisarían si hubiera vástagos en peligro. Las canciones de cuna reinan en perfecta dosis. Las canciones de cuna suavemente patrullan. Aquí no se descubren sombras migrando. Jamás la pesadilla probó el manjar de nuestra almohada. Así que no me hables de torturas y velorios. ¡Por Dios, ¿de dónde sacas tanto cerdo y violación?! No eres más que un arcángel malagradecido. No me hables de responsabilidades compartidas pues ese río no pertenece a nuestro valle. Creo que esta noche tu rostro fluye hacia otras memorias. No eres más que una mierda mal alimentada, y es de ti que se alimenta una mierda aún mayor. ¡Acéptalo! ¡No te cobijes en trances! ¡Deja de soñar que vienes y sanas nuestro espíritu metalizado! Los rostros ensangrentados se jabonan en otro río. Tus fantasmales causas se enamoran de otros heroísmos.

¿HAS MATADO A UN SUPERHÉROE?
Deliro: fiebre: ausencia de doctores: necesidad de una respuesta confiable:¿llamar a un superhéroe? Es más probable que esta enfermedad sea causada por el exceso de ellos. Sus formas tan crediticias, sus ademanes tan ensayados, sus frases tan laboratóricas, perfectamente pueden causarme la muerte por agotamiento. No encenderé el televisor. No conversaré con mis vecinos. No buscaré un amor pues puede que alguna de estas acciones sea un superllamado de auxilio y termine con un superhéroe en mi pieza. Esta fiebre me convierte en una víctima, pero el delirio me vuelve un villano. Mataré al primer superhéroe que se me acerque y devoraré convulsivamente su famoso corazón de plástico.

¿HAS MATADO A UN SUPERHÉROE?
La música de los superhéroes es siempre triunfal. Nunca nos empuja hacia la solidaridad. Nos niega la opción de discutir con el enemigo y aprender a mejorar esas deterioradas relaciones. Hablamos de marchas y de codas rimbombantes. Enormes bototos sonoros. Casi vemos a los villanos aplastados en medio de una turba que aplaude y revienta. Los superhéroes son estandarte de un arte limitado y por supuesto limitante. Todo lo que está fuera de ellos es, en potencia, un adefesio a eliminar. Claramente hemos sido engañados: los superhéroes no nos ayudaran. Les asquean nuestras diversas formas de vida. Sólo les interesa cobrar el cheque al final del episodio.

¿HAS MATADO A UN SUPERHÉROE?
¿Te has preguntado si son necesarios los superhéroes?... esos seres que nos hacen sentir desabridos… ¿sirven realmente para algo? Existe la vandálica noción de que son una especie de enemigo público. Que su mejor arma es hacernos temer las creencias. Que los valores que transmiten están dirigidos a nuestros bolsillos. Que tras de ellos se oculta un monstruo secreto que si supiésemos su identidad, se nos partiría el corazón enseguida. Hay siempre un vapor engañoso en torno a estos tipos. No se sabe de dónde salen, emergen, brotan. Debes coincidir conmigo en que hay la necesidad de asesinarlos. Sin duda sus muertes tienen la capacidad de liberarnos de la caricatura impotente en la que el resto nos reconocemos a diario. ¿Has visto cómo nos andamos buscando en esta niebla de colores? Es mirar al sol. Es luz que nos arruga. Es hacerse viejo temiendo la oscuridad, temiendo que el mundo sea tan plano como una pista de aterrizaje, temiendo que en lo desconocido haya algo de lo que ningún superhéroe pueda rescatarnos.

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El problema es que hacer con el cadáver. Aunque hay algunos que se esfuman solitos (un viejo en un bar me habló de uno que se vomitó a si mismo y se perdió en el desagüe), la mayoría de las veces quedan duros como palo y pesan como vicio. Lo primero es respirar hondo para relajarse y evaluar la situación. A mí, personalmente, me agrada fotografiar su gesto de orgullo en la cara para enviarlo más tarde a alguna publicación sensacionalista (a veces les pongo un cigarro en la boca). Se recomienda tener siempre a mano una sierra corta-zapallo por si levantarlo es realmente una empresa imposible. Recuerda que estos tipos no sangran ni lloran. Según la hora elige en que lo envolverás. Si es de noche, pueden ser simples bolsas de basura. Pero si es de día, lo mejor es la ya clásica maleta grande (el tipo bien repartido en el interior) y dejarle el cacho a un taxista despistado… ¡súper!

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Puede que te hayan obligado, o quizás fue un rebote casual, o ya derechamente la alevosía fue tiñendo tu transpirar de un fuerte color silencio hasta hacer desaparecer al tipo. Ahora da lo mismo. Automáticamente te integras a la villana familia. No caeremos aquí en el desagradable relato de cómo sucedieron las cosas. No nos interesa saber si preferiste freír o cercenar o si conocías a cabalidad los puntos débiles de tu supervíctima. Lo importante ahora es que comprendas las consecuencias de tu acto maldito, las implicancias de esa pequeña barbaridad en los días tuyos. Hombre o mujer. Niño o senil. Motivado por venganza, repudio, justicia o piedad. Reitero, da lo mismo. Serás juzgado por la saciedad en su conjunto. Se burlará de ti ese perro nacional que, al no tener fe en sí mismo, cansadamente ladra noche y día. Te perseguirán todas las iglesias en una cruzada siniestra. La estalactita te buscará con inusual precisión. Y finalmente, hermano mío, una vez que te alcancen todos con sus banderitas., serás quemado en la explicación de tu sencillo crimen.

¿HAS MATADO A UN SUPERHÉROE?
Así mismo me acerqué a él y supe que no era una persona metida dentro de un superdisfraz animándome a supermercadizarme, sino que efectivamente se trataba de un superhéroe real que me ofrecía sus brazos, a sabiendas de que a mis cortos tres años, su tamaño me asustaba. Al tiro al abrazarlo de felicidad, me negó con la mirada. Mis padres se me volvieron a acercar. Nadie notaba que, si de los tumores del superhéroe brotaba fuerte el agua hielo, de mí, todo se confundía. Las personas con sus carros se empezaron a conocer y a odiarse más y a empujar los carros contra los otros. Mis padres se acercaron aún más y resolvieron presentarnos formalmente. Él: superhéroe, y yo: niño. Ecos de un vaso depositándose en una madera. Al pasar una hora prudente, este ser me soltó y me dijo que no era capaz de sentir nada y entonces recordé los lápices de cera en la cartera de mi mamá y recordé sus pechos alicaídos y sentí por primera vez eso que uno siente cuando descubre que la isla es uno mismo.

¿HAS MATADO A UN SUPERHÉROE?
No me siento un anciano en absoluto, todavía se acercan los fantasmas de mis padres. Acá atrás nos miramos todos mejor en nuestros contrastes. ¿Y si ese frío que alguna vez sentí no viniera de los superhéroes sino perpetuamente de mí? ¿Qué tanto júbilo habría si supiera que hablo de mi mismo cuando digo ceniza cobarde en mitad de la batalla? ¡Bah! ¿Qué digo? ¿Alguien luchó? ¿La sed de suspenso hizo a alguien marearse? No llegué a ser un anciano sino es como héroe de mis propios fracasos. Aquella lucecita que tanto protegí del agua hielo…, que nunca más se permita ser isla y que nunca sea caramelo. Una vez vi un superhéroe muerto, lleno de hongos y gusanos, primera y última vez. No me siento un anciano si no es cuando el episodio llega a su fin y yo solamente estoy mirando…

¿HAS MATADO A UN SUPERHÉROE?
A caballo salimos todos de la Villa. A caballo gritamos hasta reventar las piedras. No en cualquier caballo, sino en aquellos que crecieron con nosotros. Aquellos con los que aprendimos la sensualidad de la Villa. Aprendimos el respeto al viento y a la montaña y a hacer de ambos nuestra música favorita. Ahora es la primera vez que nos hermanamos forzosamente y nos pican los lugares donde no hemos estado y creemos que es bello ese sello que llevan las personas que pulsan y que no están apagadas en la lluvia. Fiesta es para cada uno de nosotros, un común amor que muta en placeres cada vez más redondos. Entonces salimos gritando de la Villa, con toda nuestra fiesta a cuestas, sabiendo que será la última vez que hombre y caballo se enfrenten juntos a la sangre de la máquina.

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