A propósito de Tracalá: "A título personal" (Parte 1)

Cuando en agosto le hice el comentario a mis compañeros de sello-cooperativa (A Quemarropa) de que, en vez de participar nuevamente en una versión de la Feria Pulsar, hiciéramos una Feria paralela, no imaginé que terminaría a fines de enero conversando con tanta gente diferente acerca de su participación en Tracalá y su opinión sobre la incipiente industria musical en Chile, las políticas culturales, asociatividad, descentralización, etc.
La respuesta inmediata de los Aquemarropinos y de otros amigos músicos cercanos fue contundente: Había que hacerlo. 
Al poco andar la Feria se transformó en un Parque y la gestión cultural asociada a ella se planteó como meta despojarse de los tics economicistas de costumbre y apostar por una especie de gestión emocional, con todo el descrédito que eso conllevaría por parte de quienes argumentan desde el materialismo.

Antes de seguir debo aclarar las razones por las que Pulsar me parece altamente ignorable como espacio y superable como etapa:
Feria Pulsar es una actividad realizada por Fundación Música de Chile y SCD, que son lo mismo, y ocurre que mi participación en esa actividad le terminaría retribuyendo económicamente a ellos y además validándolos comunicacionalmente como una institución que realmente no es. 
Me explico:
Cada vez que un músico se asocia a SCD no sólo está ingresando a una corporación que administrará los dineros que emanen de sus obras por concepto de derechos de autor, sino que pasa a formar parte de la enorme lista de socios que convierte a SCD en la asociación de músicos más grande del país, lo que para la ley se lee como "la más representativa". ¿En qué se traduce políticamente esto? 
Veamos:
El Consejo de Fomento de la Música Nacional es el departamento al interior del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA) encargado de "apoyar, estimular, promover y difundir la labor de los autores, compositores, intérpretes y ejecutantes, recopiladores, investigadores y productores de fonogramas chilenos, forjadores del patrimonio de la música nacional, para la preservación y fomento de la identidad cultural". Siendo también el organismo que "fomenta las actividades de personas e instituciones, que se destaquen en la difusión de la música nacional. Además, debe convocar anualmente a concursos públicos para asignar los recursos del Fondo para el Fomento de la Música Nacional (FONMUS)".
En este Consejo, 6 de los 16 consejeros (2 representando la Música Docta, 2 la Música Folklórica y 2 la Música Popular) han sido designados por SCD ya que por ley debe hacerlo la organización de músicos "más representativa"..

Entonces, en las escasas políticas culturales del país, en el área de la música, más de un tercio de los votos corresponde a SCD.
¿Donde esta el problema aquí?
Mis objeciones son las siguientes:

1° Cuestiono la representatividad de SCD en dicho Consejo, basándome a su vez en el cuestionamiento del sistema representativo al interior de SCD, donde el sistema de votos se basa en una desproporción aberrante, siendo que para algunos su voto vale x1 mientras el de otros puede llegar a valer x20.

2° Derivado de lo anterior, tenemos que ese escalafón se sustenta en la categoría según antigüedad y la exposición mediática de un músico, traducido aquí en platas. Esta aristocracia musical se funda entonces en la supuesta popularidad de sus obras, siendo más bien la capacidad negociadora con los medios y el propio sistema representativo el que mantiene la popularidad de unos por sobre otros. Mientras más suenes, más pesa tu voto. En fin, más cuesta desapernar a los que ya "la hicieron".

3° En tela de juicio está también el método con el cual se obtienen los datos de la música que ha sido reproducida en los medios y/o en otros canales de difusión donde la ley especifica que de ahí emana un cobro. Se cuestiona su objetividad a partir del hecho de que en esencia el método no es fiel al total de lo reproducido ya que, por ejemplo en radios, se obtienen datos parciales, de una muestra correspondiente a sólo 3 días del mes, dejando fuera todo lo que suene durante los otros 27 días, permitiendo también con esto que la aristocracia musical sea la beneficiada en la medición, ya que naturalmente aquellos que suenan más veces en el mes serán los nombres con más opciones de aparecer en la lista de las canciones reproducidas en las radios.


4º Nebuloso se ve también el destino de la recaudación hecha en locales comerciales o en espectáculos con música en vivo, pues el sistema de planillas, que debiera operar para certificar cuáles obras fueron reproducidas y así retribuir a quien corresponda, sencillamente no funciona. Sin embargo SCD no pierde oportunidad para cobrar.


5° Finalmente, aunque los 4 puntos anteriores encontrasen en algún momento cura a sus males, aún así no podría sentirme representado por SCD dado que sostengo la impopular creencia de que un autor no es propietario de su obra, o al menos no debiese existir la obligación de verlo así. La propiedad privada está considerada un derecho humano, no un deber. La creación no supone un objetivo igual para todxs. Hay que aceptar que vivimos en un mar de otredad, como dijo Thanatoloop.


A mi parecer, el carácter transaccional promovido por el modelo de iniciativas tipo Pulsar, Amplifica, Imesur o Groovelist no nos permite identificar la real magnitud de nuestras capacidades creativas ya que promueve un tipo de artista enfocado en la gestión económica, herramienta que si bien ayuda a desarrollar un oficio, se puede volver una herramienta de censura si la sobrevaloramos.


Si existe entonces la posibilidad de llevar voluntariamente la cultura musical de un país a la decadencia sin duda que es avalando, ya sea como emisor o receptor, que este modelo político-cultural se profundice, con todas sus maravillas aspiracionales, desentendiéndose de la riqueza de sentidos y misterios que la música siempre nos ha inspirado.

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