A propósito de Tracalá: "A título personal" (Parte 2)

Por supuesto que la energía que desplegó Tracalá en sus dos días es evidencia de que el equipo de trabajo hizo muy bien la pega. De hecho, la energía perdura en el aire, a un mes de la instalación del Parque. Las críticas han sido bastante reveladoras de que era necesario correr el riesgo de montar una obra colectiva de estas dimensiones, fundamentándonos en la casi total ausencia de dinero y en la puesta en escena de la música en relación a su rol comunitario. Si bien la participación de la comunidad local fue escasa, el Parque nos sirvió a todxs (tanto a quienes asistieron en formato "público" como a quienes coordinamos y lxs que participaron de alguna figura geométrica o en otras nobles tareas) para reconocer que juntos conformamos una comunidad flotante, cuyo espíritu grupal no ha sido lo suficientemente cultivado, debido quizás a este anclaje nuestro a un constante tránsito más que a un barrio fijo.
Necesitamos redefinir lo comunitario en base a las experiencias de las que vamos siendo parte, aceptando que para muchxs, la mayoría de las relaciones significativas (en especial en los ámbitos creativo, político y económico) se dan al margen de un contexto territorial.

Cuando hablamos de descentralización tendemos a enfocarnos en la necesidad de autonomía de los territorios que no participan del núcleo donde en apariencia hay más actividades y oportunidades. Sabemos que en ese núcleo se toman las decisiones para el total de los territorios y los vicios administrativos que esto conlleva.
En Tracalá en cambio se esbozó una autonomía ligada al quehacer creativo, a los problemas que enfrenta esa provincia mental en la que nos asentamos quienes buscamos, mediante diversas expresiones artísticas, dar sentido a nuestro tránsito y que por tal o cual motivo no adherimos a las prácticas oficiales. Quizás nuestra visión de "cultura" es otra como también otra es nuestra ética.
Esta autonomía en las prácticas la hemos ido ganando, es completamente nuestra y está a favor de otras autonomías. Claro que es muy frágil comparada con la fuerza centrípeta del núcleo de la "vida artística". Por eso al manifestar la crisis de sentido en la actividad musical hablamos de descentralización, entendiendo ésta como la transgresión a un totalitarismo coyuntural, a un estándar cultural. Ocurre en el ámbito territorial tanto como en el étnico, de clase o de género. La cultura parece tener dueños cuando en realidad la hacemos entre todxs y parece tener sólo un sentido (económico) cuando la diversidad de búsquedas es evidente. 

Sentimos, como Equipo de Trabajo tras Tracalá, que hay que seguir abriendo espacios a modo de Parques para generar conciencia de nuestra fuerza cultural. Hay que promover el hábito de compartir la música con una mirada más comunitaria.
Seguiremos entonces poniendo atención a los imaginarios musicales ocultos, fenómenos donde la música se incrusta en formas sanas de relacionarse (sin fomentar apegos), y en adelante trabajaremos por acercarlos a quien quiera entender que la música puede ser muchas cosas, incluso una herramienta para perpetuar una cultura esclavizante, pero que depende de todxs nosotrxs aprender a darle un valor vinculante y horizontal.
No hay profecía en esto, sólo constatación de las cosas que se dicen cuando se está en un Parque, a sus anchas, y se pierde rápidamente el miedo a no encajar.
¡A subirse a los árboles, amigxs!

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