A propósito de este terremoto dieciochero
Alguna vez el hispano-mexicano Luis Buñuel pensó “Un artista no
puede cambiar el mundo, pero puede mantener vivo un margen esencial de
inconformidad”.
Supongo que concordamos con él en que un arte de pleitesía podrá
continuar promoviendo cierto nivel de consumo cultural pero ningún hábito
cambiaremos debido a su influjo. Pero también me parece curioso que un cineasta
se reconozca así de impotente, tomando en cuenta la cantidad de veces que el
cine ha cambiado nuestro pensamiento.
Por estos días de rayuelas, cuecas, carnes y banderitas escucho un
loop en todos lados: “que la juventud ha cambiado mucho”, “que los niños de
ahora no conocen nada”. Nos tocó una época sorprendentemente cambiante, donde
los videos de ejecuciones del Estado Islámico, el alfabeto qwerty, los drones
con cámaras, googlemaps, etc. son sólo algunos de los agentes de cambio de
percepción responsables de que el tiempo nos parezca más veloz, las distancias
más cortas, la originalidad más necesaria o el planeta sencillamente más
pequeño de lo que alguna vez fue. Los dogmas religiosos, las ciencias y la
filosofía se procesan juntos como alimento para desdentados y nos vemos
obligados a preocuparnos por trivialidades y a regirnos por modas de sentir, de
pensar, de interpretar. O sea, nos tienen donde quieren.
En este panorama pienso que cualquiera puede cambiar el mundo
siempre que comprenda su propio malacatonche (zeitgeist), sepa usar alguna de
las tantas herramientas actuales que podemos poner al servicio de las ideas y
tenga vocación de transformación social. El problema es que muy pocos artistas
sienten esta vocación e indagan en ella. Muy pocos no han sido secuestrados por
el hermoso ombligo del gran hermano.
Sin duda una tarea urgente que tenemos es visibilizar a los
trabajadores de la cultura que generan cambios en su comunidad, incentivando el
autoconocimiento y despertando en las personas un instinto de superación basado
en la solidaridad y el respeto por las diferencias. Pero también urge coordinar
estas voluntades en estrategias comunes que hagan frente a la enajenación. La asociatividad
no estimulará ningún crecimiento humano si se carece de objetivos amorosos
profundos. Hoy más que nunca es preciso articularse para defender la emoción y
el asombro, para erradicar esta tonelada de apegos que cargamos a diario, para
rescatar al espíritu que se nos desliza en el drenaje como aceite de
sopaipillas callejeras.
Primer terremoto en Chile con wasap y parece más llevadero, más
trivial. Abundan los memes, Bachelet yeta y demases. En Coquimbo y sus alrededores
se sufre harto… Más llevadero, más trivial. Cada vez estamos más entumecidos en
nuestro despilfarro. ¿Haremos algo al respecto? ¿Pueden unos artistas hacer que
valga la pena?
Mientras tanto, fiestocas. Dale una vuelta....
Comentarios
General, y lo que tendría
Que aportar el artista para cambiar este mundo, que se ha vuelto homogéneo
Aglotonando y subsumiendo cualquier atisbo de originalidad y autenticidad, no solo descansa en una cuestión
De voluntad, pues esas voluntades son rápidamente
Subsumidas, procesadas y desterritorializadas. Ya no es tan clara o categórica la lucha entre los que queremos cambiar todo contra los que no quieren cambiar nada, porque los que no quieren cambiar nada solo conoce el valor de cambio. Si estoy de acuerdo a morir con la inmanencia del amor en todos nuestros vínculos reales de transformación. El amor hace saltar al infinito
La vieja ecuación
De que el cambio no es mas que aquello a lo que hay que adaptarse. Solo los buenos y férreos lazos fratrios nos permitiran cambiar el lenguaje, los códigos, las reglas del juego, y solo se puede cambiar el mundo si lo miramos con la misma seriedad de los niños, de un juego, como diría el kiko Nietzsche. Abrazos