A propósito de Idinael Taganga



 A propósito de Idinael Taganga

                Vengo de dejar a Idinael en el Terminal sur de Santiago tomando bus para Quito, con escala en Lima. Nos fumamos cada uno cuatro cigarros entre las 10 y las 11 de la mañana: “En la sala de espera el paciente se vuelve impaciente”, me decía.
                Lo conocí en Valpo una tarde de febrero en que compartimos escenario en Patio Volantín, en el marco del Concierto para Devenir, primer Festival Alternativo de Cantautores Americanos. Sí, suena pomposo. Fue un encuentro de creadores sudamericanos que con mucho esfuerzo lograron reunirse en Valparaíso y luego en La Plata (Argentina) para mostrar su trabajo y para conversar sobre la autogestión, la música de la identidad y el rol social y político del cantautor. La verdad es que mi participación se limitó a una presentación quedándome con las ganas de conversar más con los colegas, así que, unos días después de haber tocado, volvimos a Valpo con Eva a compartir un almuerzo con ellos. Igual se nos hizo poco el tiempo. Fue entonces que dejamos invitado a Idinael para que se quedara en nuestra casa si es que se asomaba por Santiago. Dos meses después llegó desde Mendoza.
                Idinael Alfredo Tejeda nació y creció a una cuadra del mar en Taganga, en el caribe colombiano, cerca de Santa Marta. Hijo de un pescador y de una vendedora de pescado, estudió Cine y Audiovisuales.
                Es momento de descubrir qué accidentes provocó su estadía en mi rutina, en mi habitual flujo de desvaríos.
                De más está decir que fue un gusto para mí convivir una semana con este señor de acento divertido, meditabundo e imperfecto. Y recalco “imperfecto” porque eso lo hace más real: durante años he contemplado la idea de lanzarme al camino y recorrer países mostrando mi música y conociendo (¡Coño! ¡qué impresionante cantidad de personajes!) mas siempre he optado por permanecer aquí, en Santiago, al centro del centro y centrifugado por dentro. Más que un apego al terruño lo que me afecta es un apego a la posibilidad de que este terruño sea otra cosa mejor y de poder participar en esa fuerza transformadora.
                Sin duda la idealización de esa aventura trovadoresca (que la mayoría de los cantores que conozco sueñan también), en la medida en que no la realice, tomará ribetes cada vez más fantásticos en mi mente en contraste con la hiperrealidad que acogimos por unos días en nuestra casa. ¡Cuántas cosas vivió valientemente Idinael! Ergo, ¿cuántas cosas viví yo?
                Y así, pensando y pensando, me pego un salto a un juego comparativo.
                En lo estrictamente musical somos muy distintos. Él tiene muy buen dedaje en la mano derecha en tanto yo recurro a la ortopedia de la uñeta. Su voz es delicada mientras yo aúllo. Su poesía es directa, vivencial, espontánea, más cercana al cuentacuentos. Sus temas son esencialmente tres: la experiencia amorosa, el rescate identitario de su tierra y la figura clara de los hechos en donde la vida lo va situando. Su composición musical no corre riesgos y se adentra con suma transparencia en la tradición trovadora latinoamericana, aún bebiendo del manantial clásico-romántico. Mi poesía es más amiga de los vanguardistas, en clave hermética, abstracta. Mis temas también surgen de la propia experiencia pero desfigurados, amorfos, llenos de bolsillos. Mi composición proviene de la uñeta y el aullido por lo tanto violenta la tradición e investiga en posibilidades estructurales casi siempre mínimas, básicas, repetitivas, bebiendo de un chorrito primitivo. Ahora, nuestra forma de trabajar en la música es muy similar y también un poco nuestro discurso: ambos creemos firmemente en el amor y que es desde allí que surge toda la vaina.
                Empiezo a sospechar que un beneficio indirecto aparece tras esta inesperada amistad y tras su análisis. Si le quito a Idinael su envestidura quijotesca (de “itinerántropo” diría Mario Ley) y lo pienso en frío… ¿Quién es Idinael? Y entonces descubro que si hago esta pregunta, debo quitarme también el traje de músico, de poeta, de gestor, de desanimador de eventos, de aprendiz de mueblista y de costurero, de reikista nivel uno, de padre, de hijo, de pareja y finalmente puedo preguntarme así sin más… ¿quién soy?
                Gracias Taganga por traerme esta pregunta.

                Video de "Vainilla y chocolate" Idinael Taganga e Doctor Pez.


Comentarios

Paradaise ha dicho que…
Gracias a usted...
Anónimo ha dicho que…
gracias doctor pez

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