A propósito de Micrófono Abierto


A propósito de Micrófono Abierto

Digan lo que digan no se puede negar que la autopromoción es un recurso muy utilizado por los cantautores populares hoy por hoy. En estos momentos, cuando todos sabemos que los medios de comunicación son el mejor y más escurridizo puente entre una obra chapoteando en el anonimato y una que pasa a ser de dominio público, muchos hemos descubierto (a costalazos o por recado) que, tal como sugiere Redolés, uno tiene que ser el medio. Autoediciones, stencils, poleras, autoadhesivos, redes sociales, archivos compartidos, etc., son algunos de los más convencionales métodos de difusión con que se dispone. Tenemos a Zoloman, amplificador en mano, cantando sus creaciones en las micros. Carolina Frambuesa a la salida del metro Bellas Artes. Muchos más que se me olvidan o que desconozco pero que de seguro han estado ahí “canuteando” como dijo una vez el chico Roberto de Sandino Rockers. Me permitiré incluso recordar el invierno 2008, en las afueras del cinearte Normandie, minutos antes de que comenzara el festival “Solistas en solitario” (Gepe, Chinoy, Nano Stern, Coiffeur, Felix). Junto a una silla y un atril que en vez de partituras tenía una revista porno (el mundo académico puede ser aún más obsceno que el popular) puse un letrero que rezaba “Solista verdaderamente solitario” y canté algunas canciones a quienes esperaban el inicio del show. Con seguridad sólo yo recuerdo ese frío episodio.
Lo importante es que se prefigura un contraataque.
Hace quince, diez años atrás, nadie se detenía a escuchar a quien no tuviera pantalla, disco editado por un sello o un video digno. Y la verdad es que precisamente ha cambiado el concepto de dignidad con el que se sopesa una obra musical. La vara con la que tradicionalmente se medía a un creador se ramifica y rebrota sana y orgullosa. En apariencia hay mayor interés hoy en la emergencia de voces que sorprenden por su inspiración y que contribuyen a la biodiversidad comunicativa.
Es cierto que underground siempre hubo y siempre habrá. De hecho desde un punto de vista creativo es ahí donde me parece que bullen las mejores ideas, donde la trasgresión dispara las imaginaciones en direcciones inesperadas, donde la profundidad de las aguas alberga feroces seres que discuten sobre lo indiscutible. Pero en el área popular se deduce otra temperatura.
Tengo la impresión de que el cantautor popular persigue fines más quietos, más cercanos a la recolección que a la caza (o al bandidaje). Se ubica en una extraña transición entre el under (Ha salido un nuevo estilo de baile y yo no lo sabía) y la popularidad mediática (¿Por qué no puedo ser del jet set?). Así llegamos a lo que nos convoca > Un tipo de espectáculo y de ceremonia que gusta de llamarse “Micrófono Abierto” > Culto a la autopromoción que, apoyado por un público poco a poco abierto a nuevos repertorios y/o ávido de nuevas propuestas identitarias, se le plantea al cantor como una magnífica oportunidad de probar en pequeño formato su talento en vivo y frente a sus pares. En tres o cuatro canciones se puede entregar una sinopsis de hacia donde quiero llevar mi obra o de dónde diablos es que proviene. Quizás sea también una buena forma de educar al ego, en el sentido de que acá se fomenta más la cofradía que el caudillismo de aerostáticos. 
Eso sí, amigotes, también guarda un riesgo. Todo este multiverso puede fácilmente caer en el ombliguismo y desvincularse de su contexto y de su necesidad de cuestionarse a si mismo como un conjunto, como grupo de hacedores, como clase, como entidades propositivas que logran reunirse en torno a un micrófono para darse a conocer y para recibir conocimiento, como personas en vías de un desarrollo que se enriquece mientras se colectiviza, como semifusas de una redonda confusión.
A lo que me refiero es a que estos Micrófonos Abiertos que son constantes se están dando mayormente en circunstancias comerciales, en un café, en un bar (hay algunos también en tocatas a modo de preámbulo). Valoro estos espacios como instancias de ejercicio estético libre, tanto para los músicos como para los espectadores, pero más valoro la capacidad del ser humano de aprender de su experiencia y de reformular su entorno.
Creo que los Micrófonos Abiertos debieran servir de portal a nuevas ceremonias tendientes a la búsqueda de una mayor inclusividad y un mejor entendimiento, rebalsando la gimnástica estructura que las contiene. Todo lo que aprendemos debiera servir para liberarnos.
¡A problematizar, amigotes, que el mundo es de los hambrientos!

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