A propósito de Apropiación Cultural


Para mí el imperialismo avanza no sólo gracias a quienes están conscientemente a su favor sino también debido a que muchos, pese a que se identifican con una posición en su contra, asimilan valores éticos que le pertenecen.

A mi juicio el principal valor imperialista es la propiedad privada y, siendo ésta un derecho humano, a menudo debe enfrentarse con los otros derechos y son entonces la ética y moral de cada uno las que ante estos conflictos deben decidir cuál derecho es más importante, cuál se debe defender y cuál es necesario vulnerar.

Ejemplos sobran, desde casos individuales a matanzas, guerras y dictaduras, donde se justifica el asesinato con la defensa al derecho a la propiedad privada, o a la defensa del orden público, que no es otra cosa más que la tranquilidad de los privados. El derecho a la vida no es el más importante.

El argumento de la Apropiación Cultural es un arma de dos filos pues, aunque en algunos casos parezca proteger el derecho a la identidad por sobre el derecho a la propiedad privada, lo cierto es que a quienes esgrimen estas razones los sitúa en una condición de propietarios, induciendo la idea de que sus rasgos identitarios heredados son una mercancía. El reclamo es a la “fetichización sin retribución”, por lo que se puede inferir que si las ganancias se compartieran no habría conflicto.

Todas las apropiaciones vienen de la cultura mainstream, la cultura en tanto industria, la cultura de las marcas, una cultura que es un volcán en constante erupción, pero sin la oscuridad ni la ceniza ni las piedras de una erupción real. En resumen, una cáscara. Nos acostumbramos a leer el mundo a través de cáscaras y es en ese modo de leer donde el imperialismo leuda.

Una crítica a la Apropiación Cultural debería leer más allá de las cáscaras y percatarse de cómo las culturas ancestrales vulneradas son conducidas desde estar en oposición a una determinada marca comercial hasta la construcción de una marca propia y su entrada al mercado. Entonces se comprendería mejor que las cosas no son como parecen y que el imperialismo avanza veloz y silencioso a través de otro proceso cultural: la Asimilación.

Según mi forma de ver, en muchos casos se acusa de Apropiación Cultural a individuos que experimentan mixturas con diversos elementos culturales, ya sea buscando a conciencia una intertextualidad o en un impulso posmoderno y superficial. Como sea, se podría decir que hay un diálogo abierto. En cambio, la Asimilación es un proceso totalitario y vertical, donde los miembros de una cultura la abandonan poco a poco y se adaptan a una cultura reinante para poder sobrevivir y evitar la discriminación y la estigmatización. La cultura reinante suele ser mainstream, pero hay ejemplos como el de los migrantes haitianos en cualquier población chilena donde los vemos adaptarse a una cultura marginal. En todo caso, esa marginalidad bebe también de la cascada global y vive su propio proceso de Asimilación.

No hay que ser muy observador para notar cómo la mayoría de los pueblos originarios se han ido tematizando como relato turístico o cómo las divergencias artísticas acaban definiendo su nicho y su valor de cambio. A fin de cuentas, el imperialismo barre profundamente con la diversidad, aunque permita toda clase de mixturas en su cáscara.

Para terminar, estoy de acuerdo con que Disney, que es un campeón absorbiendo culturas y asimilando niños, atentó sin asco contra la cultura mexicana ya que, de haber conseguido patentar “El Día de los Muertos” a través de su película “Coco” (2017), todo México habría tenido que pagar derechos para conmemorar a sus muertos en noviembre. Pero que Eminem no pueda rapear por ser blanco o que Rosalía no pueda usar elementos andaluces por ser catalana me parece que atenta contra el derecho a formar su identidad.

Estoy más de acuerdo con intentar desmantelar la lectura del mundo a través de las marcas y sus narrativas y sospecho que la Apropiación Cultural es en realidad un recurso de Asimilación progresista que puede fácilmente convertirse en una herramienta de censura (“La protección en si misma es un medio para la desposesión” plantea el recomendable documental “Making Intangible Heritage: El Condor Pasa and Other Stories from UNESCO” de Valdimar Tr. Hafstein y Áslaug Einarsdóttir).

Inmerso, como todos, en la verticalidad opresora, creo que optimizaría mis energías y recursos anti-imperialistas trabajando por afianzar la diversidad, la mixtura y el diálogo, como una horizontalidad, que buscando plagios en el ojo ajeno.

Y en eso estoy.

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