A propósito de Mauricio Rojas, ministro de cultura por 3 días

¿Qué tiene que tener un ministrx de Cultura para ser buenx? ¿Qué tiene que tener la araña de rincón?
Al parecer para sacar adelante este Ministerio hoy sólo se requiere management, no valores. (¿Ha habido un ministrx de Cultura que usted admire o con quien se sienta identificado? ¿Cree que alguna vez lo habrá?) Yo creo que se necesita subversión y creatividad, ser capaz de romper cercos y permitir que la cultura desborde el lenguaje y los ademanes institucionales. Pero eso es lo que yo pienso…

El lúgubre paso de Mauricio Rojas por el cargo ha dejado varias sensaciones:
Hay quienes creen que lxs artistas furiosxs lo sacaron. Sienten que hay de pronto una fuerza colectiva y por ahí se augura un futuro cercano donde arte y participación política provocarían cambios tan sustanciales como la renuncia del ministro. 

Ayer tuvo buena convocatoria el evento convocado por lxs artistas furiosxs en el Museo de la Memoria. Estoy de acuerdo con que era un acto necesario, un parelé a la chimuchina fascista que intenta empatar lo vivido desde el 11 de septiembre de 1973 con argumentos insostenibles. Pero tengo también la sensación de que las violaciones a los DDHH en dictadura, más allá de su denuncia y la exigencia de una justicia que no llega y de la inquebrantable responsabilidad que tenemos de evitar que vuelvan a ocurrir, han sido usadas como pantallazo de una imagen pasada, buscando mantenerla como actual. Si bien hace 30 años sí que hubo una fuerza colectiva que buscaba el fin de las injusticias que venían desde el poder, creo que esa fuerza comenzó a fotocopiarse año tras año, quedando sólo la mueca, el gesto vacío, debido a que una vez que se derrocó (o se creyó derrocar) la tiranía, esa fuerza colectiva se dividió en tajadas de poder. Recordemos el noventero gesto de las “Fiestas de la Cultura” en el Parque Forestal, donde tocaban los mismos que tocaron ayer. Qué simbólico es ese evento transicional donde la alegría había llegado: ya no habría más violaciones a los DDHH… (o se creyó derrocar)…

Este año aprendí que siempre cuando hay un conflicto es porque hay dos derechos en pugna. En el caso de la dictadura, el derecho a la vida fue pisoteado por el derecho a la propiedad. Ése fue el juicio valórico que se hizo desde quienes tomaron el poder y ésa fue su impronta. El problema es que cuando se le dijo NO a la dictadura y se defendió el derecho a la vida, el derecho a la propiedad siguió estando arriba y en estos 30 años se ha consolidado una Cultura basada en ese valor, lo que extrañamente no desata la furia de lxs artistas: SCD, por ejemplo, la más grande asociación de músicxs de Chile, nos convoca en torno a la protección de los derechos de propiedad.

Espero que no me tomen por un rompehuelgas. Lo que trato de hacer es identificar un problema para superarlo: ayer hubo muchxs artistas y mucho público en un acto político, ¿habrá en ello un poquitito de taquilla, un pichintún de pop? 

¿Dónde está ese público cuando se exige justicia para los 81 presos muertos de la Cárcel de San Miguel? ¿Por qué no hay parelé a la violencia en el Wallmapu? ¿A la policía Netflix que saca la luma y la pistola ante cualquier sospecha? Privatización de Parques Nacionales, borde costero, fallos a favor de millonarios delincuentes y así una infinidad de pequeños golpes que nos da el Estado. ¿Acaso no hay DDHH en eso?

Y lxs músicxs, ¿dónde están cuando hay que exigir que se regularicen los contratos, que se perfeccione la ley del 20%, que se acabe la payola, que se deje de cobrar como equipaje especial los instrumentos musicales en los aviones, que haya más que un fondo concursable un programa que potencie la circulación nacional, que se establezca una coherencia entre teloneros nacionales y artistas extranjeros, que no se reduzcan las clases de artes y filosofía en las escuelas, que los municipios dejen de trabajar la cultura en base a convocatoria de audiencias léase votantes?

Ojalá las asociaciones vinculadas al arte dejaran de mirar el ombligo de los fondos concursables y fueran capaces de juntarse a conversar sobre cómo realmente incidir en política, bajando el derecho a la propiedad de su pedestal y reactivando el derecho a la vida, el derecho a la igualdad, el derecho a la identidad. Si no, se les deja la Cultura a las arañas.
No podemos permitir que normalicen la muerte, la tortura y las desapariciones cometidas en dictadura.
Tampoco podemos permitir que sigan los atropellos a los DDHH hoy.

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